Cuando el mundo descubrió el japonés arte del origami, volvió su mirada hacia el sublime y delicado modo asiático. Cuando Coco Chanel descubrió el simple y delicado perfil de la camelia se enamoró de la elegancia devenida en serenidad.
Cuando Lagerfeld, décadas después, homenajea la galantería de la flor favorita de Chanel, despliega su imaginación más allá de lo básico.
Cuando descubrimos el desfile de Chanel HC2009 nos enamoramos de las flores de origami, de las rosas japonesas hechas de papel, de los tocados re-convertidos en obras de arte multidifusas. Es un proceso en reversa, casi como una historia contada al revés.
Lagerfeld para Chanel presenta un mundo en duotono, en blanco-y-negro, y en negro-y-blanco. Casi como el principio del fin que decide que el blanco es el nuevo negro. Y el negro es el nuevo blanco de una poesía sin fin.
Si bien Lagerfeld ha dicho que la inspiración le viene de tratar de contar una historia nueva a partir de una hoja en blanco, él se ha encargado de des-contruir a los personajes, al contexto, la escenografía para contarnos la historia soñada del inicio y del fin, del bien y el mal, del blanco y el negro.
Que al final, esa es la historia incesante del sueño francés, que a diferencia del americano, se encarga de desarticular el mundo para construir uno que conjugue con sus añoranzas eclécticas de elegancia perpetua y sirva de inspiración. Y de metáfora.
Mr. eMe
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